Se cuenta que Madrid nació (posiblemente antes) en el año 852, gracias a la llegada de Muhammad I. Este hombre, construyó una fortificación con una enorme muralla, que bordeaba el valle del manzanares y la sierra de Guadarrama (que no guarra dama).
Madrid (Magerit o Mayrit) era una ciudad muy interesante geográficamente, por lo que se sucedieron los ataques para conquistarla. En uno de esos ataques por parte de los cristianos, en un mes de mayo del año 1085 el ejército encabezado por el rey Alfonso VI, logró sitiar la ciudad, pero no conseguía entrar ni sobre pasar la muralla.
Madrid (Magerit o Mayrit) era una ciudad muy interesante geográficamente, por lo que se sucedieron los ataques para conquistarla. En uno de esos ataques por parte de los cristianos, en un mes de mayo del año 1085 el ejército encabezado por el rey Alfonso VI, logró sitiar la ciudad, pero no conseguía entrar ni sobre pasar la muralla.
Aquí es cuando nace el mito de por qué los madrileños son gatos. Uno de esos jóvenes soldados del ejército del rey, joven y ágil, logró escalar la muralla con una destreza inverosímil, ante la atónita mirada de sus compañeros; todos los que vieron tal destreza exclamaron: “¡parece un gato!”. El objetivo de aquel joven era cambiar la bandera de los moros, que ondeaba en aire, por la de los cristianos, mientras la lucha había comenzado.
Por tanto, en honor a tal hazaña protagonizada por el joven guerrero, los madrileños son conocidos como gatos.
Por tanto, en honor a tal hazaña protagonizada por el joven guerrero, los madrileños son conocidos como gatos.
El escudo de Madrid
El oso
En 1202, Alfonso VIII concede los fueros a Madrid, lo cual permitía disfrutar de las tierras y montes desde Madrid a la Sierra. La Clerecía y el Concejo comenzarán a disputarse el dominio de estas tierras. El pleito durará 20 años y se adoptará una solución salomónica: los clérigos se quedarían con los pastos y tierras que rodeaban al castillo de Madrid y sus montes, mientras que el Concejo sería el dueño de los pies de los árboles y la caza.
Como resultado de esta decisión, la Clerecía madrileña adopta el emblema de una oso pastando en un campo. Este emblema pretendía representar el poder de la Iglesia, haciendo notar que aunque el Concejo tuviera potestad sobre las fieras para cazarlas, éstas se inclinaban para alimentarse de los pastos de la Iglesia. Siete estrellas adornaban su lomo, semejantes a la constelación de la Osa Menor.
En 1202, Alfonso VIII concede los fueros a Madrid, lo cual permitía disfrutar de las tierras y montes desde Madrid a la Sierra. La Clerecía y el Concejo comenzarán a disputarse el dominio de estas tierras. El pleito durará 20 años y se adoptará una solución salomónica: los clérigos se quedarían con los pastos y tierras que rodeaban al castillo de Madrid y sus montes, mientras que el Concejo sería el dueño de los pies de los árboles y la caza.
Como resultado de esta decisión, la Clerecía madrileña adopta el emblema de una oso pastando en un campo. Este emblema pretendía representar el poder de la Iglesia, haciendo notar que aunque el Concejo tuviera potestad sobre las fieras para cazarlas, éstas se inclinaban para alimentarse de los pastos de la Iglesia. Siete estrellas adornaban su lomo, semejantes a la constelación de la Osa Menor.
El madroño
El Concejo crea a su vez otro blasón, en el que el oso aparece erguido sobre sus dos patas traseras, alimentándose de los frutos de un madroño. El arbusto simboliza la posesión de los pies de los árboles que correspondía al Concejo y su importancia para la construcción en una ciudad que, como el oso, comienza a levantarse. Añaden también una cinta azul, color que representa la pureza del cielo de Madrid, en la que colocarán las siete estrellas.
La corona
En 1544, Carlos V, agradecido por los cuidados recibidos mientras había permanecido en cama con fiebres, ofrece a los representantes de Madrid una distinción real. Éstos rehusan diciendo que cualquier privilegio que quiera otorgales debe dárselo también a Madrid.
El rey decidió entonces concederle a la Villa el privilegio de llevar la corona real en su escudo. Por entonces las fiebres solían tratarse con un brebaje de hojas de madroño, de forma que la corona se colocó en un principio sobre el arbusto. Hacia el siglo XVIII la corona comienza a representarse encima del blasón.
En 1544, Carlos V, agradecido por los cuidados recibidos mientras había permanecido en cama con fiebres, ofrece a los representantes de Madrid una distinción real. Éstos rehusan diciendo que cualquier privilegio que quiera otorgales debe dárselo también a Madrid.
El rey decidió entonces concederle a la Villa el privilegio de llevar la corona real en su escudo. Por entonces las fiebres solían tratarse con un brebaje de hojas de madroño, de forma que la corona se colocó en un principio sobre el arbusto. Hacia el siglo XVIII la corona comienza a representarse encima del blasón.
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